Wilkins hace un recorrido por la década de los 80 con su estilo y sus canciones

 


Wilkins hace un recorrido por la década de los 80 con su estilo y sus canciones

Los dominicanos tenían ansias de ver al cantante puertorriqueño Wilkins. Sus canciones, que se escuchan cada día, en las estaciones de la radio romántica del país, han mantenido vigente un legado musical de decenas de sus éxitos, así que su fanaticada no perdió la oportunidad y se trasladó la noche del pasado sábado a la Sala Carlos Piantini, del Teatro Nacional Eduardo Brito a ver en cuerpo y alma al intérprete de “Bella sin alma”, “Te matarías”, “Como no creer en Dios”, “Tengo un nuevo amor”, “El sucesor” y otros famosos temas.

Wilkins estuvo acompañado por una orquesta de ocho músicos, dirigida por Omar Cruz; tres coristas y dos bailarinas. Su concierto “Truenos y silencios” presenta al artista en su verdadera esencia musical, visual y actoral.

Durante su actuación Wilkins exhibió varios cambios de vestuario, muy a la usanza de su estilo y característico de cantantes de la década de los 80. También su actuación se destacó por sus peculiares movimientos corporales, que para sus 71 años, cortaban la respiración de los espectadores y su singular voz, ya marcada por el paso del tiempo.

Desde su entrada al escenario, su figura bien tonificada y su atuendo, chaqueta brillante blanca y un pantalón negro en leder, llamó la atención de los presentes, pues tenían en frente al artista en su máxima naturaleza.

Así comenzó la noche de un recorrido de canciones, “El Divino Rockmántico” que pareció detenerse en el tiempo y llevó a su fanaticada a los años 70, 80 y 90. Su lista de canciones inició con “Truenos y Silencios”, “Qué me pasa contigo”, “Si yo fuera mujer” “A quién vas a engañar” -aludiendo a los años ’70- , “Pensamiento y palabra” y “O tú o nada”.

Gracias República Dominicana, por fin estoy aquí después de tantos años”, dijo visiblemente emocionado. Germán Wilkins Vélez, su nombre real, llevaba más de 25 años sin cantar en el país. En los últimos años su vida había experimentado un torbellino de pruebas con la partida de varios de sus familiares y una enfermedad, con la que estuvo a punto de perder sus habilidades motoras.

Verlo cantar, con su estilo propio y un sello de identidad único es más que capacidad mental y resiliencia. Así que en el escenario se desbordó de una energía que parecía inagotable. Con “Amor en el Tequila a go go” reafirmó sus movimientos.

A continuación interpretó las canciones que pararon al público de sus asientos, “Vámonos a golpe de los 80”, dijo Wilkins para cantar “Tratándose de ti”, “El sucesor” y “Mi problema eres tú”. Al llegar el turno de la canción “Te mataría”, aunque este éxito marcó su carrera, el artista fue juicioso y aclaró que en esto tiempos, cuando existe un alto índice de violencia contra la mujer, jamás habría compuesto una canción con un mensaje de esa naturaleza, que, aunque es subliminal, no sería bien visto en esta época, por eso solo hizo una breve interpretación.

Luego continuó con “Un nuevo amor”, una canción que dejó rendida a la concurrencia que coreo y agitó sus brazos al cielo. Wilkins dejó el escenario en compañía de su orquesta y regresó con otro cambio de vestuario para continuar con el movimiento de “Agítalo y no lo muevas” y el clásico “Te amo”. Otra parte llena de espiritualidad fue el medley de “Cómo no creer en Dios”, “Aleluya”, “Cuán grande es Él” y “Sereno”, destacando de este tema que es una canción que escribió en busca de una reconciliación.

El sonido de su orquesta dio señales de la movida canción “Margarita”, tema de la película “Salsa” y que lo llevó a convertirse en una estrella en Argentina, en donde actualmente reside. Al cantar “Bella sin alma”, Wilkins hizo un performance, dejando en el escenario su ingenio de actuación. Es tan intensa su interpretación, que llega a romper por completo una silla.

Con “Yo apuesto a mí”, “El tornillito”, “Sopa de caracol”, “Prométeme que nunca me dirás adiós” y “Pero te olvido” concluyó su trayecto de representativos éxitos.


Santo Domingo, República Dominicana. – La magia de la música romántica revivió en todo su esplendor la noche del pasado sábado, cuando el icónico cantante puertorriqueño Wilkins se presentó en la majestuosa Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito. Este concierto, que formó parte de su gira internacional, reafirmó el legado de un artista que ha trascendido generaciones y sigue siendo un referente en el corazón de sus seguidores.


Un encuentro esperado por décadas


Los dominicanos, fieles amantes de la música romántica, no dejaron pasar la oportunidad de reencontrarse con Wilkins, cuya voz ha acompañado los momentos más emotivos de la vida de miles de personas. La expectativa era palpable, ya que los éxitos del intérprete –como “Bella sin alma”, “Te matarías”, “El sucesor” y “Como no creer en Dios”– han sido constantes en las estaciones de radio románticas del país, convirtiéndose en himnos atemporales de amor, fe y reflexión.


Un espectáculo lleno de emociones


El artista ofreció un show cargado de pasión, donde no solo interpretó sus temas más icónicos, sino que también conectó profundamente con su público. Desde el momento en que pisó el escenario, Wilkins logró crear una atmósfera íntima y emotiva, invitando a los asistentes a viajar en el tiempo con cada canción. La interpretación de “Tengo un nuevo amor”, en particular, arrancó aplausos prolongados y lágrimas de nostalgia entre los asistentes.


Un legado que trasciende generaciones


El éxito de este concierto demuestra cómo la música de Wilkins sigue siendo relevante en la actualidad, conquistando tanto a sus seguidores de siempre como a nuevas generaciones que descubren en sus letras y melodías un mensaje universal de amor y esperanza. Este espectáculo no fue solo un homenaje a su carrera, sino también una celebración de la música como puente entre generaciones.


El Teatro Nacional: el escenario perfecto


La Sala Carlos Piantini fue el marco ideal para una noche tan especial. Este emblemático espacio cultural, reconocido por su acústica impecable y su ambiente majestuoso, permitió que cada nota resonara con la calidad y la calidez que la música de Wilkins merece. Los asistentes no solo disfrutaron de su inconfundible voz, sino también de un despliegue visual y escénico que complementó perfectamente el espectáculo.


Reflexión final


El concierto de Wilkins fue más que un evento musical; fue un recordatorio del poder transformador de la música. En un mundo que cambia rápidamente, artistas como él nos recuerdan la importancia de mantener vivas las emociones y los recuerdos que nos unen como humanidad. La República Dominicana, una vez más, demostró su amor y admiración por un ícono cuya voz seguirá siendo parte del alma romántica del Caribe y más allá.


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